Te
ofrezco entre racimos, verdes gajos y rosas,
Mi
corazón ingenuo que a tu bondad se humilla;
No
quieran destrozarlo tus manos cariñosas,
Tus
ojos regocije mi dádiva sencilla.
En
el jardín umbroso mi cuerpo fatigado
Las
auras matinales cubrieron de rocío;
Como
en la paz de un sueño se deslice a tu lado
El
fugitivo instante que reposar ansío.
Cuando
en mis sienes calme la divina tormenta,
Reclinaré,
jugando con tus bucles espesos,
Sobre
tu núbil seno mi frente soñolienta,
Sonora
con el ritmo de tus últimos besos.
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