-Jesús
Enrique Sánchez García-
Limpia,
esbelta, definitiva,
mi
amiga D vive en una ciudad de agua,
restada
ahora en tierra por distintas costumbres.
Una
ciudad pirata que le canta a sus santos
con
tambores del Congo y hombres de otro alfabeto.
Su
canto sobre el lago
recibe
amaneceres de luna en los manglares,
mi
amiga D es una ciudad lejana,
un
puerto alucinado, un relámpago puntual.
Su
figura no renuncia a la brisa de su patio,
ni
a la gesta de su acento.
También
vive en mi casa, de nochera,
invisible
y presente,
allí
su atenta fe prolonga los instantes
y
se establece en memoria distendida.
Esbelta,
limpia y definitiva,
mi
amiga D saltó desde los célebres médanos
de
la primera ciudad,
alemana
y flechada.
También
vivió en el Sur, a la vera del río.
Llenó
milongas sueltas y noches extenuantes
entre
Almagro y Balvanera.
Siempre
me arriesgo a recordarlo.
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