Es
doloroso estar tras el poema,
viendo
el verso por dentro,
estar
en el reverso del prodigio
igual
que el tejedor al otro lado
de
su tapiz o como el farero en su torre
o
el hombre del guiñol entre sus hilos.
Es
doloroso sostener la magia
justo
por lo que tiene
de
mecanismo y de monotonía
y
no poder estar entre esas gentes
cuyo
rumor me llega como a través de un muro.
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