Ese
instante que no se olvida
Tan
vacío devuelto por las sombras
Tan
vacío rechazado por los relojes
Ese
pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo
desnudo de sangre de alas
Sin
ojos para recordar angustias de antaño
Sin
labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas
en el canto de los helados campanarios.
Ampáralo
niña ciega de alma
Ponle
tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo
pequeña estatua de terror.
Señálale
el mundo convulsionado a tus pies
A
tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes
de pavor frente al futuro
Dile
que los suspiros del mar
Humedecen
las únicas palabras
Por
las que vale vivir.
Pero
ese instante sudoroso de nada
Acurrucado
en la cueva del destino
Sin
manos para decir nunca
Sin
manos para regalar mariposas
A
los niños muertos.
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