sábado, 29 de marzo de 2014

A UN GRACIOSO JOVENCITO.



 ¿Como llamarte a ti, divinidad o mortal?
 Tú que eres bendecido con ese hermoso semblante
 divino, y es divino el amor hecho constante,
 que, por anidar en mí, dispone el alma.

 Amor cierto es, espíritu de amor, y tal,
 que me convierto en amoroso amante,
 y el corazón, que semejaba al rígido diamante,
 languidecer me siento en cada pulso.

 Actúa en mí, que puedo ser, flecha o saeta:
 enlázame en cada nudo: y si me desafía,
 tornarme puedo, en la audaz espada de Marte.

 Yo cuestiono tu guerra, o tu otra paz:
 reinaré sobre ella; pero la querida
 tu Psiche en la lejanía me sonríe.

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