¡Beso! ¡Malvarrosa del jardín de las caricias,
vivo acompañamiento en el teclado de los
dientes,
dulces canciones que Amor entona en los
corazones ardientes
con su voz de arcángel de languideces
encantadoras!
¡Sonoro y gracioso Beso, divino Beso!
¡Voluptuosidad sin rival, embriaguez
inenarrable!
¡Salud! El hombre inclinado sobre tu copa
adorable,
se embriaga de una dicha que no sabe agotar.
Como el vino del Rhin, y como la música,
Tú consuelas y meces, y la pena
Expira con el gesto en tu pliegue purpurino...
Que otro más grande, Goethe o Will, te dirija
un verso clásico.
Yo no puedo, mezquino trovador de París,
Ofrecerte más que este ramillete de infantiles
estrofas:
Sé benigno y, como premio, sobre los labios
amotinados
De Una que conozco, Beso, desciende y ríe.
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