domingo, 7 de septiembre de 2014

ADOLESCENTE.







La juventud tiene mil ocupaciones.
Estudiamos gramática hasta atontarnos.

A mí,
me echaron del quinto año,
y fui a apolillar las cárceles de Moscú.
En nuestro pequeño mundo doméstico,
para las camas aparecen poetas de pelo rizado.
¿Qué saben estos líricos anémicos?

A mí, pues,
me enseñaron a amar en la cárcel.
¿Qué vale comparado con esto,
la tristeza del bosque de Boulogne?
¿Qué vale comparado con esto,
los suspiros ante un paisaje de mar?

Yo, pues,
me enamoré de la ventanilla de la cámara 103,
de la “oficina de pompas fúnebres”.
Hay gente que mira al sol todos los días
y se enorgullece.

“No valen mucho sus rayos” -dicen.
Pero yo,
entonces,
por un rayito de sol amarillo,
reflejado sobre mi pared,
hubiera dado todo en el mundo.

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