La
juventud tiene mil ocupaciones.
Estudiamos
gramática hasta atontarnos.
A
mí,
me
echaron del quinto año,
y
fui a apolillar las cárceles de Moscú.
En
nuestro pequeño mundo doméstico,
para
las camas aparecen poetas de pelo rizado.
¿Qué
saben estos líricos anémicos?
A
mí, pues,
me
enseñaron a amar en la cárcel.
¿Qué
vale comparado con esto,
la
tristeza del bosque de Boulogne?
¿Qué
vale comparado con esto,
los
suspiros ante un paisaje de mar?
Yo,
pues,
me
enamoré de la ventanilla de la cámara 103,
de
la “oficina de pompas fúnebres”.
Hay
gente que mira al sol todos los días
y
se enorgullece.
“No
valen mucho sus rayos” -dicen.
Pero
yo,
entonces,
por
un rayito de sol amarillo,
reflejado
sobre mi pared,
hubiera
dado todo en el mundo.
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