Prometo
escribiros, pañuelos que se pierden en el horizonte, risas que palidecen,
rostros que caen sin peso sobre la hierba húmeda, donde las arañas tejen ahora
sus azules telas. En la casa del bosque crujen, de noche, las viejas maderas,
el viento agita raídos cortinajes, entra sólo la luna a través de las grietas.
Los espejos silenciosos, ahora, qué grotescos, envenenados peines, manzanas,
maleficios, qué olor a cerrado, ahora, qué grotescos. Os echaré de menos, nunca
os olvidaré. Pañuelos que se pierden en el horizonte. A lo lejos se oyen golpes
secos, uno tras otro los árboles se derrumban. Está en venta el jardín de los
cerezos.
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